El deleite del saber – Marëvnyk

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El deleite del saber

Incrementar el conocimiento enriquece la mente y el espíritu, es acumulativo e ilimitado, y puede conducir a uno a dimensiones inimaginables de satisfacción.

Desde la prehistoria, el hombre ha estado ávido de conocimiento, en principio, por la simple curiosidad, y posteriormente, para incrementar sus capacidades intrínsecas, o para realizar de una manera más cómoda y rápida sus actividades cotidianas, o solo para fines de entretenimiento. Esto puede traducirse a la simple naturaleza del ser, y prospera aún más con la creatividad propia de cada individuo, dando lugar a pequeños y grandes inventos y a la exploración de nuevos horizontes geográficos, cruzando los mares y territorios lejanos.

Con la necesidad de dar orden al aprendizaje a través de un método estructurado en los ámbitos naturales y sociales, surge la ciencia, estableciéndose así, modelos, teorías y leyes, con las que se fundamenta la existencia de todos los sucesos habidos y por haber. Claros ejemplos de precursores con un auge y legado invaluable en la historia fueron los griegos, los chinos y los egipcios.

La evolución intelectual del ser humano, junto con el crecimiento de la población, originaron la edificación de grandes imperios y culturas alrededor del planeta, sin embargo, desafortunadamente, la gran diversidad de ideologías e intereses han causado conflictos bélicos, desde pequeñas batallas, hasta grandes guerras mundiales.

Por otro lado, con particulares combinaciones de ideas, habilidades, sensaciones y emociones, también surgen las expresiones artísticas. A lo largo de los siglos han aparecido genios exponentes de gran influencia mundial en todas las ramas del arte, que se destacaron por tener una mente abierta, detectaron una posibilidad de cambio, evolución y creación, dando lugar a significativas obras maestras.

 

Existe entonces una rica historia de la humanidad, con diversas aristas, llena de acontecimientos de diversa índole, tanto en lo político, como lo social y lo religioso, por mencionar algunos campos del interés de la sociedad. Conocerla y entenderla, le da un sentido más profundo a la existencia de cada persona.

¿Qué es lo cautivante de enriquecer el intelecto?

Adentrarse en el exquisito universo de la cultura general no es particular de la etapa de educación formal. En realidad, va mucho más allá. El ser humano es autónomo, espontáneo y de libre elección, por lo que el verdadero poder se encuentra en los alcances de la propia voluntad individual por cultivarse de manera autodidacta, tornándose aún más interesante al identificar y añadir sus gustos y pasiones, obteniéndose así esos nutrientes que fascinan y honran al cerebro.

Tener un acervo importante de conocimientos, amplifica el vocabulario y criterio, lo que permite comprender mejor el entorno, así como los sucesos del pasado y el presente. 

Poseer una cultura general amplia, no significa dominar la mayor cantidad de temas indistintamente, sino contar con el mayor número de referencias posibles que nos permitan estructurar las propias ideas de manera fundamentada. “Convertirse en un océano de sabiduría con un milímetro de profundidad, pero en un sitio de este, tener la profundidad de 100,000 metros”.

Nuestra mente… ¡seduce!

Por si fueran pocos los encantos del propio saber, también se matiza como un arma letal de la seducción. “Sapiosexual”, término formado por el prefijo latín “sapere”, que significa “ser sabio”, más la palabra “sexual”, se refiere a la atracción sexual por la inteligencia. Pero más sobre este tema, íntimamente ligado a una de las fabulosas colecciones de Marëvnyk, se abordará en un próximo artículo, ¡espéralo muy pronto!

¡El buen saber… engrandece!

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